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jueves, 13 de mayo de 2021

Cuentos populares con tres deseos 6° A-B-C

 BUENOS DIAS CHICOS Y CHICAS!!✋😀

DESTINATARIOS: 6° A-B-C

ÁREA: PRACTICAS DEL LENGUAJE

DIA: LUNES  10 DE MAYO DE 2021

ÁREA: PRACTICAS DEL LENGUAJE

CONTENIDO:

·         LA LECTURA COMPARTIDA DE LOS CUENTOS COMPLETOS.

·         EL INTERCAMBIO DE OPINIONES ACERCA DE LO LEÍDO.

·         LA REVISIÓN DE LOS TEXTOS QUE SE VAN PRODUCIENDO.

·         BIOGRAFIA.

 

PROPUESTA: RELECTURA DE LOS FRAGMENTOS EN LOS QUE SE FORMULAN LOS DESEOS. EN CADA CASO, VAMOS A VER QUIÉN ES EL RESPONSABLE DEL PEDIDO, CUÁL ES LA CAUSA DE QUE SE PIDA CADA DESEO, SI SE PIDE O NO INTENCIONALMENTE...”. BUSQUEDA DE BIOGRAFIA DEL AUTOR DEL CUENTO TRADICIONAL.

 LOS DESEOS RIDÍCULOS


  • Charles Perrault
    En lo profundo de lo profundo del bosque, en una casita tan destartalada que a duras penas lograba sostenerse en pie, vivía un pobre leñador con su mujer.
    Cada día se levantaba al alba y trabajaba sin descanso hasta el atardecer recogiendo leña, la que cambiaba en el pueblo por un poco de harina, de sal o de legumbres. Por las noches las cigarras rodeaban la casa y canturreaban sus historias antiguas, mientras que adentro ardía un fuego bueno y la sopa olía a hierbas recién cortadas.
    El leñador y su mujer, sin embargo, no eran felices (o a lo mejor lo eran y no se daban cuenta). En lugar de contentarse con lo que era, añoraban lo que no era, soñando con una vida menos esforzada. Y como el tiempo fue pasando sin que la fortuna golpeara a la puerta, los sueños se les llenaron de rezongos.
  • —¡Qué largos son mis días de trabajo, y qué corta mi suerte! -se quejaba el
    leñador- ¡Y qué cansado estoy! Debe ser por el hacha. Está tan vieja la pobre que
    cada vez tengo que esforzarme más para cortar una rama. Ojalá pudiera comprarme una nueva.
  • — Y yo... si tan solo pudiera alguna vez vestirme como viste la marquesa y pasearme por el pueblo con aires de gran señora -suspiraba la mujer.
    Y así pasaban sus días -y sus noches- deseando y deseando en vano, pues su pobreza seguía tan flaca como siempre.
    Cierto día en que regresaba a su casa resoplando bajo el peso de un enorme atado de leña, el leñador tropezó y cayó de bruces en el suelo. Sintiéndose entonces el ser más desdichado de la faz de la Tierra, comenzó a quejarse amargamente a los Cielos.
    — Heme aquí tirado, el más desgraciado de los hombres. No sé quiénes serán los que gobiernan mi fortuna, pero sin duda se trata de seres que carecen de corazón. ¡No se han dignado a concederme tan siquiera el más insignificante de los muchos deseos que les he pedido en todos estos años!
  • En ese momento, el cielo se cubrió de nubarrones tan espesos que la noche cayó sobre el bosque.
    — ¡Sólo esto me faltaba! Va a llover y yo en el medio del bosque -continuó lamentándose el leñador.Apenas terminó de pronunciar estas palabras un relámpago partió el cielo en dos pedazos y
    un trueno retumbó en el páramo, y a través del trueno se oyó una voz.
    —¡Ya bastaaa! ¡Basta de tanta queja!El leñador, aturdido, no podía creer a sus ojos (ni a sus oídos). Una nube bajó y bajó, y cuando estuvo tan cerca de él que podía tocar las pequeñas gotas que la formaban, salió de ella un hombre muy alto de túnica blanca y con el ceño visiblemente fruncido. Llevaba en sus manos un rayo resplandeciente.
    Habrán de saber que por aquel bosque aún merodeaban los dioses antiguos, aquellos que la gente había olvidado hacía largo tiempo, y que el enigmático aparecido no era otro que el mismísimo Júpiter, el más poderoso de todos ellos, que había decidido descender del Olimpo para acallar las quejas que no lo dejaban dormir.
    — ¡Te quejas con tanta fuerza que es imposible pegar un ojo! ¡Deja ya de lamentarte, buen hombre, y dime de una buena vez qué es lo que deseas! –dijo el desconocido estregándose los ojos.
    — Na... nada deseo, señor, nada. Ni rayos ni truenos ni nada de lo que usted tiene para ofrecer -contestó el leñador tartamudeando por el susto.
    — Deja de temblar y presta atención. Yo soy Júpiter, señor del Cielo y de la Tierra, y he venido a aliviar tus penas. Es por eso que voy a concederte los tres primeros deseos que formules.
    — ¿En verdad tienes ese poder?
    — Ese, y muchos más. No olvides mis palabras: los tres primeros deseos que pronuncies con verdadero fervor se cumplirán de inmediato, sean los que fueren. Pero no expreses tus deseos a la ligera. Regresa a tu casa y piénsalos bien, pues no te daré sino tres, y tu felicidad depende de ellos. Verás que no resulta fácil escoger un deseo cuando se sabe que se va a cumplir.
    Pronunciadas estas palabras, Júpiter desapareció en su nube, y el día volvió a ser claro y brillante.
  • El leñador, loco de contento, echó a su espalda el haz de leña, que ahora no le pareció en absoluto pesado, y llevado por las alas de la alegría, volvió a su casa en un santiamén, dando grandes pasos y saltos.
    Y a los saltos entró en su cabaña, gritando:
    — Mujercita mía, enciende una buena lumbre y prepara abundante cena pues somos ricos, ¡pero muy ricos!; y tanta es nuestra dicha que todos nuestros deseos se verán por fin realizados.
    Y entonces, punto por punto, le contó todo lo sucedido a su esposa, cuyos ojos se iban encendiendo más y más a medida que escuchaba el relato.
    — Ahora podré dejar esta miserable choza y mudarme a un palacio. Pero qué digo un palacio, ¡voy a pedir el palacio de la mismísima marquesa! Ahí desayunaré cada mañana pastelitos de crema y leche tibia con caramelo -decía la mujer, sin saber a ciencia cierta si tales manjares existían.
    — Yo quisiera que la casa tuviera un techo que no gimiese y gotease cada vez que caen tres gotas. ¡Y una alacena repleta de hormas de queso y de vino bien estacionado! -soñaba por su lado el marido...
    — ¡Joyas y vestidos! ¡Polvos y perfumes!
    — Un hacha que no se oxide ni se desafile nunca. ¡Y un buen sacón de piel para no sentir frío cuando salgo al bosque en el invierno!
    — Y por cierto que no he de estropear mis zapatos nuevos andando por el barro. Iré en carruaje, como corresponde a una marquesa...
    — Me vendría bien una mula bien robusta para cargar la leña de vuelta. Ya no soy tan joven...
    En ese momento la mujer miró a su marido con sorpresa y también con cierto desdén, pues pensó que sus deseos se habían quedado un tanto pequeñitos.
    Quedaron mirándose en silencio por un breve instante, al cabo del cual ella dijo:
    — No nos dejemos llevar por la impaciencia. Dejemos para mañana nuestro primer deseo, consultándolo antes con la almohada, que es buena consejera.
    — Estoy de acuerdo -respondió el hombre-. Mientras tanto, celebremos esta noche. Anda, aviva el fuego que yo traeré el vino añejo que guardo para las grandes ocasiones.
    La pareja bebió alegremente el vino y compartió unas rebanadas de pan mientras seguía haciendo castillos en el aire.
    Mientras hablaban, la mujer tomó unas tenazas y atizó el fuego; y viendo los leños encendidos dijo
    distraídamente:
    — Con estas brasas tan buenas, ¡qué bien vendría una buena vara de morcilla!
    — Es verdad, mujer. ¡Ojalá tuviéramos una aquí mismo!
    Tan pronto como terminó de pronunciar esas palabras, cayó por la chimenea una morcilla muy grande, causando un gran alboroto de chispas por toda la habitación.
    Al instante la mujer lanzó un grito de indignación. ¡Habían malgastado el primer deseo en una simple morcilla!
    Y entonces, hecha una furia, porque a su juicio la torpeza correspondía a su marido, la emprendió contra el pobre con las palabras más hirientes que pudo encontrar.
    — ¡Qué necio eres! Se podría pedir un palacio, oro, collares de perlas, carruajes, vestidos... ¿Y no se te ocurre desear más que una morcilla?
    — Pero mujer, ¡no he hecho más que repetir lo que tú misma acabas de decir! -se defendió el hombre.
    — ¡Una morcilla! De morcilla hay que tener rellenos los sesos para hacer lo que has hecho tú.
  • Al escuchar estas y otras injurias, el esposo, más de una vez, se sintió tentado de formular un deseo mudo. Y, dicho entre nosotros, habría sido lo mejor que hubiera podido
    hacer.
    Al fin, viendo que su mujer no cesaba en sus agrias palabras, perdió la paciencia y gritó furioso:
    — ¡Maldita sea la morcilla que te ha desatado la lengua!
    Quiera el Cielo que se te vuelva morcilla la nariz para que te calles de una buena vez.
  • Dicho y hecho, la nariz de la mujer se transformó al punto en una morcilla que al colgarle por sobre la boca no la dejaba hablar con naturalidad, y menos aún gritar.
    Hubo entonces unos instantes de silencio. El leñador miraba fijamente el fuego con la boca abierta mientras se rascaba el cogote, cosa que hacía cada vez que tenía que concentrarse en sus pensamientos. A su lado, la mujer hacía unas morisquetas muy graciosas mientras se ponía bizca
    tratando de ver su nueva nariz. Un rayo de luna se coló por la ventana y se reflejó en
    la tersa morcilla.¡Ya se podrán imaginar el efecto de tal prodigio sobre el rostro de aquella mujer! “Con el deseo que me queda -pensaba el hombre- podría convertirme en rey, pero hay que pensar la tristeza que tendría la reina cuando, al sentarse en su trono, se viera con la nariz más larga que una vara. Voy a ver qué dice, y que decida ella: si prefiere convertirse en una reina y conservar esa horrible nariz o quedarse como una simple leñadora con la nariz corriente, como las demás personas, tal como la tenía antes de la desgracia.”
    En estas cavilaciones andaba el leñador cuando su mujer, ya apaciguada, rompió el silencio.
    — ¿Y bien? ¿Qué haremos ahora? –dijo en un murmullo, aunque resultaba difícil tomarla en serio, porque al hablar la morcilla bailoteaba por su rostro como una marioneta.
    — Nos queda sólo un deseo. Puedo pedir transformarme en rey, y a ti en reina. O bien puedo devolverte tu nariz. Elige, mujer: o reina con esa nariz, o leñadora con la nariz con la que viniste al mundo.— Pero... ¿qué clase de reina se pasea entre sus súbditos precedida de una nariz más larga que una semana sin pan? Todos se van a reír de mí, lo sé, sobre todo la marquesa.
    — Cuando se está coronada siempre se tiene la nariz bien hecha -replicó su marido tratando de conformarla.
    Mucho discurrieron antes de tomar una decisión, pero como su mirada no podía apartarse de la morcilla -que a cada gesto se movía como una rama a impulsos del viento- prefirió la leñadora conservar las narices antes que hacerse reina y fea. Una vez que el leñador hubo formulado el tercer deseo, su mujer corrió a mirarse en el espejo, donde comprobó con alegría que había
    recuperado su nariz. Y tocándosela una y otra vez, como si temiera perderla de nuevo, sentenció:
    — Después de todo, no estoy segura de que sea cosa buena vivir como marquesa. Ese palacio se ve tan solitario y frío... Quizás sea mejor tomar las cosas como vienen. Mientras tanto, comámonos la morcilla, puesto que es lo único que nos queda de los tres deseos.
    El marido pensó que su mujer tenía razón, y cenaron alegremente, sin volver a preocuparse por las cosas que habrían podido desear.

  • Actividades:
  • 💓 Busca la biografía del autor del cuento: Charles Perrault.
  • Una biografía es la historia de una persona narrada en un texto más o menos breve y consistente desde su nacimiento hasta su muerte, dando detalles sobre hechos, logros, fracasos y otros aspectos significativos que quieran destacarse del individuo en cuestión. La palabra viene del griego y significa “escribir la vida”.
  • Ahora, te invitamos a reescribir la última parte del cuento cambiando los deseos que se piden.
    Algunas ayudas antes de empezar:
    💓 Elegí, entre las anteriores, la secuencia de deseos que prefieras. Si no te gusta ninguna de ellas,
    podes partir de un primer deseo que inventes por tu cuenta.
    💓 Al contar la historia, tené en cuenta que:

    *el primer y el segundo deseo se piden sin pensar y, en lugar de dar felicidad,
    generan inconvenientes y calamidades.
    * el tercer deseo se destina a reparar el daño provocado por los dos primeros.
    💓 Podes empezar así: “El leñador y su mujer habían decidido postergar hasta el día siguiente la
    decisión de los deseos que iban a pedir, para pensarlos mejor. Pero en ese momento el leñador,
    distraídamente, dijo sin querer...”
    💓Ahora sí, teniendo en cuenta estas orientaciones, te invitamos a empezar a escribir. Cuando
    termines tu borrador, no te olvides de releerlo con cuidado para ver si es necesario mejorar alguna
    parte.



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NO TE OLVIDES ENVIARNOS TUS TAREAS,
ES MUY IMPORTANTE CONTINUAR TRABAJANDO JUNTOS
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ep67profeflor@gmail.




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