ÁREA: Practicas del lenguaje y ESI.
FECHA: 5 de abril del 2020.
DESTINATARIOS: Alumnos de 5° y 6°.
CONTENIDOS: ESI.
PROPUESTA: Valorar la afectividad.
La Educación Sexual Integral (ESI) es el conjunto de
actividades que se realizan en la escuela para que los chicos y las chicas, de
acuerdo a sus edades, aprendan a conocer su propio cuerpo, asumir valores y
actitudes responsables relacionadas con la sexualidad, conocer y respetar el
derecho a la identidad, la no discriminación y el buen trato.
Son 5 los ejes que organizan la ESI, hoy nos ocuparemos de
trabajar con el eje “Valorar la afectividad”, que nos permite entender el lugar
que ocupan las emociones y sentimientos, tanto en el aprendizaje como en el
desarrollo personal.
Es muy importante:
·
Tener en cuenta que las emociones y sentimientos
están presentes en toda interacción humana
·
Poder expresar nuestras emociones, opiniones y
sentimientos sin temor a la vergüenza
·
Construir vínculos con los otros y asumir que
todos somos diferentes, por ello podemos pensar y sentir distinto, pero debemos
buscar la forma de dialogar y de esa forma resolver los problemas
·
Respetar la intimidad propia y ajena
·
Respetar las decisiones de cada uno y aceptar el
derecho del otro a decir NO
El ser humano es un ser social, con sentimientos,
valores y emociones, que influyen en el marco de los vínculos y las relaciones
sociales. Tenerlos en cuenta nos ayuda a desarrollar nuestras capacidades
afectivas como la empatía, la solidaridad, el respeto, etc., que nos sirven
para enfrentar diversas situaciones, a la vez que se evita recurrir a la
violencia o la falta de respeto.
Las personas podemos expresarnos y comunicarnos a través de múltiples
formas, como música, danza, pintura, dibujo, literatura.
Por eso hoy les propongo que veamos un vídeo, en cual la
actriz Julieta Diaz relata el cuento “Prueba
escrita” de Marcela Silvestro. Para aquellas
familias y niños que no puedan ver el vídeo, les dejo también el cuento por
escrito
Prueba escrita. De Marcela Silvestro
Aún no había sonado el despertador, cuando abrí los ojos.
Lunes, me dije. Prueba de historia. El peso de la evidencia cayó sobre mí, como
un yunque: no había tocado un libro.
El fin de semana voló entre excusas: falta de tiempo, exceso
de tareas, dolor de cabeza, de panza… La verdadera causa sólo se la había
confiado a Lucas —mi amigo, casi mi hermano—. Era el único que sabía lo
embobado que me tenía Laura, los dulces pensamientos que me inspiraba, cuánto
me hacía sufrir su indiferencia. No estaba yo para batallas de San Lorenzo ni
para cruces de los Andes.
Pero ya era lunes y, de pronto, solo existía una cosa en mi
mente: la prueba. En dos horas más, no habría argumento que pudiera convencer a
mi maestra de que me perdonara la vida, históricamente hablando.
Me sentía como deben de haberse sentido los granaderos, casi
doscientos años atrás, mientras se preparaban para el combate. Cada zapato
parecía pesar cinco kilos, los cordones se me enredaban en los dedos como
telarañas… si al menos hubiera podido salir volando como una mosca.
Hacía rato que Febo había asomado sus rayos. Tras los muros
de mi habitación, se dejaban oír sordos ruidos: mamá había puesto en marcha la
maquinaria de cada mañana, ya era imposible detenerla; en minutos más me
llamaría para desayunar, comprobaría mi estado de aseo y me despediría con un
beso en la puerta de casa.
Salí, con el alma en un hilo. Las cuatro cuadras hasta la
escuela fueron como un vía crucis. La parroquia del barrio me recordaba el
histórico convento. Corceles de acero repletos de gente pasaban rugiendo a
centímetros de la vereda. Apenas entré en el enorme edificio, sonó el timbre,
estridente como un clarín. “A la carga”, me ordené a mí mismo. Aunque no sabía
nada de historia, estaba compenetrado con un espíritu guerrero muy apropiado
para la ocasión.
Ya en el aula, el enemigo avanzó y depositó sobre mi banco
una hoja con cinco preguntas. Cinco misterios. Supe que tenía que pedir
refuerzos. Miré alrededor: cada uno de mis compañeros libraba su combate
personal. La cara de Lucas me hizo suponer que él tampoco iba a salir ileso. A
cuatro bancos de distancia, en el primero, vi a Laura. Ella era mi salvación.
—¿Me podés decir algo sobre San Lorenzo? —escribí en el
papelito que le tiré.
—Sí: el domingo juega con Huracán —fue su respuesta en otro
papelito. Futbolera y con sentido del humor: era la chica ideal, sin dudas.
Pero la cosa no estaba para bromas.
—No, en serio, ¿me ayudás? —insistí, por la misma vía.
—Esperá sentado —escribió con su letra prolija.
—Hace rato que estoy sentado y esperando…
—¿Esperando qué? —Había despertado su curiosidad; mi papá
tenía razón: eso nunca falla con las mujeres.
—Que me des bolilla.
—¿Estás loco?
—Sí, por vos —. La comunicación por escrito había tomado un
rumbo interesante. Tal vez me aplazaran en historia, pero quién sabe: un
capítulo de la mía podía comenzar a escribirse.
—TE QUIERO —escribí, sintiéndome cerca de la victoria.
De pronto se produjo una interferencia: un mensaje
proveniente de otra dirección, se estrelló en mi nariz. Era de Lucas:
—La seño te está mirando desde hoy, bobo.
El aviso llegó tarde: mi maestra se acercaba con cara de
pocos amigos. Su cabellera teñida de rojo me hizo pensar en los españoles,
avanzando con su pabellón desplegado al viento.
—¿Debo entender que te estás copiando, Mariano? —me dijo,
con un engañoso tono de tranquilidad.
Me sentí perdido. Vi que Laura se reía, como si disfrutara
del mal momento que yo estaba pasando. Justo cuando iba a confesar, cayó otro
papel en mi banco:
—Yo también te quiero —La seño lo leyó en voz alta, como
para que nadie se lo perdiera.
—Así que en lugar de hacer la prueba… ¿Y se puede saber con
quién se está mandando cartitas de amor, el señor?
—Conmigo, seño. Discúlpenos —La que habló fue Marita. Nos
conocíamos desde jardín; aunque no era para nada fea, jamás se me había
ocurrido pensar en ella de un modo romántico. Pero en ese momento la vi
hermosa… Y me recordó al sargento Cabral salvándole la vida a San Martín.
El episodio se cerró con un reto de mi maestra; después,
todos continuamos haciendo la prueba. En el revés del mensaje de Marita,
encontré las respuestas que necesitaba. Realmente se había arriesgado mucho.
A la salida del colegio la acompañé hasta su casa, como
tantas otras veces; aunque ese día había algo distinto entre los dos. También
el beso de siempre, en la mejilla, lo sentí de otra manera.
Caminando sobre una nube, llegué a mi casa. ¿Sería normal
que, de pronto, el nombre “Laura” no significara nada para mí? ¿O que recién
hubiera descubierto, después de tantos años, la dulce mirada de Marita?
Necesitaba hablar con Lucas. Y después, urgente, ponerme a estudiar: en dos
días teníamos prueba de lengua.
¿O era de matemáticas?
FIN
La tarea que les doy a las chicas y chicos de 5° y 6°, consiste
en realizar un texto, cuento, poesía o un video en el cual expresen
sentimientos, puede ser de amor, angustia, alegría, respeto, o sobre aquella emoción
que quieran demostrar. También invito a las familias a trabajar sobre sus
sentimientos y emociones, de forma escrita o a través del dialogo.
Cualquier consulta o inquietud me escriben.
Les deseo un buen domingo. ¡¡¡Cuídense mucho!!! Abrazo a la distancia!!
Hola hay q copiar td
ResponderEliminarHola. No hace falta copiarlo, la idea es leer, ver el vídeo, reflexionar y luego crear algo, que puede ser un cuento, una poesia o hacer un vídeo que expresen los sentimientos. Gracias por tu consulta. Espero haber aclarado tu duda. Saludos
ResponderEliminarok .D
ResponderEliminarNo entiendo para subir la tarea. Como tengo que hacer
ResponderEliminarRealicen la tarea en sus cuadernos o carpetas y mas adelante los veremos entre todos. Saludos
ResponderEliminarSeño hay que copiar todo ❔❔❔
ResponderEliminarSeño tengo que escribir mi sentimientos con un cuento
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